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Cobrar los proyectos de diseño no es una decisión sino una obligación

“El diseñador que no cobra por sus proyectos debe saber que provoca que otro diseñador –ajeno a las circunstancias del primero- tenga problemas para cobrar su trabajo”

Cobrar los proyectos de diseño industrial y/u otro tipo de servicios de diseño de cualquier especialidad no debe ser nunca una decisión sino más bien una obligación. Lo es porque derivamos esfuerzos, porque somos profesionales, porque hemos estudiado para ello, porque se nos exigen responsabilidades, porque generamos beneficio, porque tenemos gastos que cubrir, porque el diseño es un trabajo... Porque si. Porque las empresas merecen todo nuestro respeto y cobrarles un trabajo de nivel es respetarlas. Y sobre todo por el bien común del colectivo de diseñadores. Por el diseño. Por los demás. Por nuestros colegas.

La inmensa mayoría estaremos de acuerdo con lo que se afirma en el párrafo anterior. No solo es algo aplastantemente lógico sino también muy obvio. No obstante parece que no lo es tanto si nos remitimos a la situación actual que vive el sector en este sentido.

Escribía hace tan solo unos días sobre lo mal que diseñamos en términos generales. Hablaba de ese diseño que no es diseño y de cómo el cliente acepta, por nuestra culpa, que el diseño es simplemente una aproximación formal de los objetos. En muchos casos muy bien presentada, eso si, pero solo una visión artificial y renderizada sin mucha más solución que aquello que se ve en el folio o la pantalla. El papel lo aguanta todo.
No merece la pena hablar ya de todos aquellos empresarios que creen que diseñar es comprar solo un boceto con la firma de un diseñador del Starsystem.

Cabría recordar todas las veces que haga falta que el diseño es ante todo dar con soluciones. Unas soluciones concretas sobre problemas concretos que se nos han planteado.

Nos conviene siempre tener las finalidades claras para no perder el rumbo y darnos cuenta de la posible desviación en la ruta.
De esta manera, la mayoría somos conscientes de que desde hace un tiempo venimos asistiendo a una devaluación generalizada en muchas facetas del diseño industrial. Incluida lógicamente su valoración económica.
Las empresas, muchas veces motivadas por el contexto económico pero muchas otras veces también motivadas por las alternativas que les ofrecen los propios diseñadores para asegurarse un encargo, se están acostumbrando a pagar exclusivamente royalties. Eso cuando lo hacen porque normalmente solo pagan si cobran y/o ganan ellos primero. Y así, entendámoslo, juega cualquiera en ese bando, ¿verdad?

Nadie discute que en ciertas situaciones TODOS debemos arrimar el hombro. Hoy más que nunca el diseño debe de realizar los máximo esfuerzos pero no de esta forma. No a este precio.
No cobrar los proyectos, por los motivos que sean, es acostumbrar mal, muy mal, a nuestros potenciales clientes. Que son también clientes de otros diseñadores.
E incluso, lo que aun es peor, nos acostumbra mal a nosotros mismos -los diseñadores- porque trabajamos rebajando el nivel de calidad del proceso de diseño. Y es que bajo este enfoque solo es "rentable" basarlo todo en opciones “vendibles”, lo que nos arrastra a la encrucijada de generar más propuestas de las debidas (muchas de ellas de relleno) de cara a disponer de más oportunidades. La cuestión parece que es abrirse paso.

Finalmente parece que esta cadena gratuita de proyectos está creando jurisprudencia, si se me permite la analogía, y empieza a incidir negativamente en todos nosotros. Lo pagamos todos los diseñadores. Hoy nos cuesta a todos un poco más cobrar los proyectos porque una gran mayoría los ofrecen “gratis”. Es así de sencillo.

Por este motivo les diría a todos esos diseñadores, de los que no dudo que tengan buena fe, ganas, ilusiones y pasión, si realmente merece la pena esta devaluación de su trabajo, de su futuro y del propio diseño. Pueden hacerlo mejor o en su defecto pueden esforzarse más. Solo es una cuestión de actitud. Que lo mediten profundamente. Que tengan en cuenta que pierden ellos y pierde el diseño porque éste pierde su sentido al no circunscribirse a un encargo concreto.

A favor, si es que puede haber algo bueno, podemos decir que se ha generado un mayor salto de niveles y calidades entre los trabajos de diseño industrial debidamente remunerados y aquellos que están sometidos a esta nueva doctrina. Los primeros siguen sumando un enorme valor estrategico y de mercado al que muchas empresas no pueden, ni quieren renunciar.

Y hasta cierto punto puede parecer paradójico pero es muy lógico pensar que la mejor forma de tener encargos y vivir del diseño, no es ofrecer el trabajo gratis como hacen muchos sino que es siempre cobrar debidamente el trabajo realizado (todo trabajo) y ofrecer el mayor nivel posible en todos los sentidos del proyecto. No es más que demostrar porque deben pagarnos.

Y, ¿qué provoca estos "sin sentido"? Lamentablemente los mismos males de siempre; la educación del diseño, su divulgación y la falta de un marco riguroso que establezca los límites del diseño industrial.

Junio de 2013